Ser queer no te da derecho a apropiarte del ballroom
“Ballroom no es adorno. No es recurso sonoro ni excusa para sonar exótique. Es arte desde la precariedad, lo afro, la transfeminidad, el VIH, el hambre, y la rabia celebrada en la pasarela”
Vivimos un momento donde lo “queer” se ha convertido en estética comercial. Donde el capitalismo rosa se disfraza de libertad, y la música urbana —incluso la que se autodenomina queer— comienza a usar el lenguaje del ballroom sin entenderlo, sin cuidarlo, y sin rendirle respeto.
Ballroom no es slang: es cultura política
En ballroom, palabras como cunt, kiki, realness, face, runway, no son frases pegajosas. Son códigos de resistencia. Son cuerpos que se paran frente al mundo para decir: “yo existo, yo brillo, yo me nombro, aunque no me quieran viva.”
Según ArtReview, en la cultura ballroom y voguing:
“To 'serve cunt' means to bring feminine realness, or a convincing display of womanhood.”
RuPaul luego rebrandió la palabra como C.U.N.T. para significar Charisma, Uniqueness, Nerve & Talent, llevándola a lo mainstream. Pero su origen en el ballroom sigue siendo radical: es una afirmación transfeminina desde la disidencia.
“Kiki”, por otro lado, no es simplemente “jangueo”. Es una forma accesible de la cultura ballroom, un espacio creado por y para jóvenes TLGB+, más relajado y menos competitivo, pero igualmente político. Es donde se entrena, se ríe, se come, se sobrevive tal y como hablamos en Kiki Lounges y Politica de Cuidado: Reflexiones desde el ballroom boricua y neoyorquino
Entonces, ¿qué pasa cuando artistas toman estas palabras y las insertan en letras sin saber lo que significan?
El caso de Hayabusa: extractivismo queer en el beat
En la canción “Hayabusa” de Matt Louis con Caleb Calloway, escuchamos:
“¿Tú quiere’ cunty? yo tengo satería
¿Tú quiere’ fuete? Yo te doy to’ los día’
Vamo' pa’l kiki-kiki, kiki-kiki…”
Palabras que vienen directamente del ballroom, pero sin contexto, sin comunidad, sin historia. Se usan como si fueran sonidos sexuales, raros, o pegajosos… pero se arrancan de su raíz política.
Esto es extractivismo sonoro queer.
Usar la jerga ballroom para sonar “disidente” sin serlo, para parecer “freaky” o “del underground” sin haber pasado por las experiencias que produjeron esas palabras.
Es apropiación, incluso si viene de personas queer.
Madre y la tokenización travesti
Young Miko invitó a Villano Antillano en Madre, una colaboración que a simple vista parece un homenaje al ballroom. Villano lanza líneas como:
“Fem queen, runway / Realness all the way / Butch queen all the way / Sex siren, give me face.”
Pero mencionar categorías no basta si no hay cuidado ni conciencia. Las palabras “runway”, “fem queen”, “realness”, tienen un peso histórico. No son accesorios. Son códigos vivos de resistencia trans afrodescendiente y caribeña.
Y para les fans: no, Young Miko no es una Fem Queen.
En el ballroom, una Fem Queen (FQ) es una mujer trans o persona transfem que participa en la escena, es una identidad.
Young Miko es una mujer lesbiana cis. Eso es válido, pero que sus fans intenten tomar el lenguaje transfem descontextualizando el significado es usurpación, no inspiración.
Luna: borrando a Alberta
Uno de los ejemplos más violentos de este patrón es la canción “Luna” de Matt Louis. En ella, la artista trans Alberta interpreta una de las partes más potentes y memorables del tema:
“¿Dónde está to’a la gente que peca?
El maricón y la que se hizo las tetas,
el mafutero y el que se mete la Z…”
Una línea con alto impacto, que ha circulado intensamente en redes, performances y espacios queer.
Y sin embargo, Alberta fue removida de los créditos oficiales en las plataformas digitales.
Su nombre solo aparece como “special thanks” en el video musical, a pesar de cantar aproximadamente el 10% de la canción y ser central en el coro.
Eso no es olvido.
Eso es violencia estructural.
Usar la voz y el cuerpo de una artista trans como decorado, y luego borrarla del contrato, del royalty, de la historia, no es visibilidad:
Es tokenización.
Es extractivismo con contratos fantasmas.
Y cuando esto se repite —primero en Luna, luego en Hayabusa, con patrones similares de apropiación sin reconocimiento— ya no parece un accidente.
Parece una práctica sistemática.
Una lógica de explotación queer disfrazada de estética disidente.
No hagan como Beyoncé con Renaissance… pero sin respeto
Renaissance tomó el sonido del ballroom, pero al menos incluyó a leyendas vivas, pagó, acreditó y visibilizó. Hay críticas, sí, pero hubo colaboración real con la escena, no un robo maquillado de brillo queer.
Si no entiendes el ballroom:
colabora, estudia y paga.
En el ballroom existen chanters, MCs y commentators que se autoproducen, narran la historia y hacen música con y para la comunidad.
Artistas como Kevin JZ Prodigy, Papu Versace, Selena Dior, Alberta La Misi, Mussa Medusa y muches más, no solo ponen voz: ponen cuerpo, historia y resistencia.
¿Quieres sonar ballroom? Aprende de ellxs.
¿Quieres incluir el lenguaje? Aporta a quienes lo sostienen.
¿Quieres inspirarte? Asegúrate de no borrar.
Lo queer no te exonera
Ser queer no te exime de rendir cuentas.
No es excusa para apropiarte de lo que no comprendes.
No es boleto automático para usar una cultura que no has vivido ni apoyado.
Ballroom no es solo sonido.
Es comunidad. Es hambre. Es familia. Es refugio.
Es arte que cuida porque no tenemos las instituciones que les artistas mainstream sí tienen.
Si vas a tocar ballroom:
hazlo con cuidado, con estudio, con redistribución.
O mejor, no lo toques.
💥 Cierro con esto:
No basta con ser queer. Hay que ser responsable.
No basta con invitar a una travesti. Hay que acreditarla.
No basta con decir “Fem Queen”. Hay que sostenernos en la vida.
Si vas a tocar el ballroom, hazlo con respeto.
Y si no sabes cómo, entonces escucha, aprende y pregunta.
Pero no robes.
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